sábado, 24 de septiembre de 2011

TE HENUA E NNOHO (HABIA UNA ISLA)


¿Te puedes imaginar tener que abandonar o ver desaparecer el lugar donde siempre has vivido? ¿Cómo te sentirías si ninguna solución o ayuda existía? Eso es lo que está experimentando la comunidad polinesia de Takuu, un minúsculo atolón en el sur del Pacífico Occidental que forma parte de Papúa Nueva Guinea. Consecuencia del cambio climático, el mar inunda cada vez un poco más las casas de los habitantes, el terreno donde los niños pueden jugar se reduce de manera inexorable.



Antaño, la isla se llamaba Mortlock, nombre del capitán que descubrió el atolón en 1795. Unas seiscientas personas viven allí hoy en día, divididas entre varios clanes y un jefe supremo (Ariki). Las reglas son estrictas en cuanto al matrimonio, pero la gente está muy emparentada entre sí. Todos los niños del atolón reciben una educación en inglés en la escuela local hasta el fin de la primaria. Después, bien tienen que irse de la isla para continuar su carrera o bien se quedan y contribuyen a las tareas de la tribu. Hasta ahora, la civilización había vivido protegida de cualquier invasión cultural, religiosa o económica gracias a su aislamiento, excepto en el siglo XIX, cuando enfermos habían huido de Java en piragua y habían contaminado la isla con la viruela, reduciendo la población a 11 personas.

La gente de Takuu dedica hasta 20 horas cada semana al cantar y bailar en grupo. Las canciones celebran las buenas relaciones entre las familias extensas o se dirigen a los antepasados. Son únicas en Polinesia. El ethnomusicólogo, Richard Moyle, visitó Takuu varias veces, lo que le permitió realizar un cd de música, un diccionario y un libro de gramática. Su última visita le dejo pesimista y sacudido por los cambios medioambientales.



El documental de Briar March escenifica tres personajes muy valientes, llamados Teloo, Endar y Satty, que nos permiten descubrir sus vidas y su cultura. La cineasta también filmó dos científicos realizando un análisis de la situación y evaluando el efecto del cambio climático sobre esa comunidad que apenas tiene recursos. Así vemos el impacto humano de una crisis medioambiental. Ha llegado el momento en que todos, hijos, padres, abuelos, deben decidirse a mudarse en Bougainville, ciudad infestada por la malaria, o quedarse en Takuu, cuyo futuro no se puede determinar.



Con la isla, son también las tradiciones y la cultura de esta civilización que pueden desaparecer. Se trata aquí de una obra cinematográfica que presenta unos impactos humanos directos del cambio climático en el Pacífico, una incitación a la reflexión sobre nuestra relación con la tierra y los otros pueblos. ¡Un verdadero grito de socorro!